lunes, 21 de octubre de 2019

BAJO LA CESTA: ALUMBRA UNA NUEVA TEMPORADA EN LA NBA 2019-2020

BOSTON CELTICS

Memoria 2018-19
Balance: 49-33. Cuartos del Este. Eliminados en Segunda Ronda (Milwaukee, 4-1)
Eficiencia OfensivaRitmoEficiencia Defensiva
111.3 (10º)100.4 (16º)107 (6º)
Ataque4 FactoresDefensa
53.4% (7º) % efectivo en tiros51.4% (9º)
21.5% (30º)Tiros libres25.9% (18º)
12.7% (3º)Pérdidas15% (8º)
25.7% (24º)Rebote ofensivo27.2% (15º)
AtaqueTripleDefensa
38.1% (9º)Volumen38.1% (26º)
36.5% (7º)Acierto34.4% (6º)

El sexto episodio de la era Stevens se convirtió en el más traumático de todos. Por primera vez en el ciclo los Celtics no ganaron más partidos de fase regular (49) que el curso anterior (55). Y no fue casual. Las expectativas, las máximas posibles, ahogaron a Boston hasta acabar desdibujando su propia identidad, rasgo innegociable que hasta entonces parecía incluso indestructible.
La química de equipo, inexistente, pulverizó las opciones de su plantilla. Boston perdió consistencia defensiva, rutina del esfuerzo, atención al lado débil. Pero también solidaridad ofensiva, con el equipo circulando el balón mucho menos, y colmillo (tercer peor dato NBA en jugadas de uno contra uno). Stevens tuvo más recursos que nunca, pero su idea se perdió por el camino. Los Bucks ajusticiaron a Boston en Segunda Ronda y el verano cambió definitivamente el proyecto.
Kyrie Irving, verso libre y periódica fuente incendiaria para el vestuario, dejó el equipo en la agencia libre. Pero hubo más: Terry Rozier, Marcus Morris, Aron Baynes y Al Horford tampoco siguen. Y este último personifica, además, el punto y aparte. Por las formas (inesperada ruptura) y el fondo (ha sido el jugador vertebral en lo colectivo desde su llegada). En total, cinco de los nueve principales hombres de rotación el pasado curso no continúan en plantilla. El cambio de rumbo es evidente.
Los Celtics no pudieron hacerse con Anthony Davis, que acabó en los Lakers, pero sí encontraron sustituto a Irving. Y uno que, bien contextualizado, puede dar más luz de la que aparenta: Kemba Walker. Sin embargo, considerando lo que se ha marchado en la zona, las llegadas del turco Enes Kanter (10 millones por 2 años) y el exbaskonista Vincent Poirier (5 por 2) saben a poco, algo que obligará a Stevens a dirigir su pizarra hacia su más íntimo deseo: la versatilidad de sus aleros.
Porque serán Jaylen BrownJayson Tatum y Gordon Hayward quienes marquen de verdad qué pueda ser Boston esta temporada. El último a partir de su estado físico, clave para proyectar su talento e inteligencia, los dos primeros en base a dar el paso adelante que el proyecto exige, no ya con fines máximos (el anillo) sino con aspiraciones tangibles (presentar batalla en el Este).
Jaylen Brown se reencontró con su nivel (y su tiro) en la recta final de curso pero el segundo año de Jayson Tatum no exhibió progresión, cayendo en rutinas ofensivas peligrosas (pasó a lanzar más tras bote y desde zonas poco productivas, lo opuesto a lo ideal). La coexistencia de los tres es posible y su desarrollo imprescindible, lo que puede entregar a la estructura a lo que sean capaces de proponer en ataque y resistir atrás en formatos small-ball.

Una oportunidad con Kemba

La salida de Irving cierra un período fallido. Pero su recambio invita al optimismo. Boston se lanzó a por Kemba Walker (141 millones y 4 años) y la jugada puede resultar beneficiosa para ambas partes.
Para el base, porque en Boston encontrará más recursos a su lado de los que jamás ha dispuesto en Charlotte, donde a menudo estuvo obligado a crear y ejecutar toda ventaja ofensiva. Walker, hasta ahora una de las estrellas peor rodeadas de la NBA, dispone ahora de un foco para demostrar su dimensión real.
Para los Celtics, Kemba seduce por tres motivos. En primer lugar, por su personalidad, destacada a lo largo de su carrera, constructiva y que facilita la unión del grupo. Tras la experiencia con Irving, algo necesario. En segundo, por su nivel (25 puntos y 6 asistencias por partido el curso pasado) y timing de carrera (29 años y la primera oportunidad real de competir), que deben alimentar una transición positiva mientras los Jays (Tatum y Brown) evolucionan. Y en tercero, porque su tipología como jugador encaja muy bien con buena parte del libreto de Stevens.
Su capacidad de crear desde el bote (excelente uno contra uno y triple sobre dribbling) se une a su amenaza sin balón, expuesta en acciones de pases a la mano y bloqueos indirectos, que tanto y tan bien aprovecharon con Stevens primero Isaiah Thomas y después, aunque en menor medida, el propio Irving.
En acciones de pase a la mano, de hecho, ha promediado 1.05 puntos por posesión durante los últimos tres años, un dato casi calcado al de Thomas (1.06) durante su curso de explosión. Aquella campaña Stevens disparó la frecuencia de ese tipo de acciones (Boston lideró la Liga), algo que podría replicar con Kemba.
Al mismo tiempo, la ventana del pick&roll se abre por completo. Stevens ha sabido prescindir de un alto volumen de bloqueos directos en favor de sistemas de más circulación y movimiento, para involucrar más piezas. Pero con Walker la opción directa se activa. Nadie en la Liga ejecutó más acciones de pick&roll que él (11.8 por encuentro) y su acierto en ellas (superior al punto por posesión) le situó en la superélite. Walker es una mina de ventajas en ataques verticales, básicamente porque está acostumbrado a sostenerlos casi en solitario.
Eso sí, no todo será bello. A vigilar se encuentra su falta de experiencia en Playoffs (solo dos eliminatorias en su carrera) y además en el horizonte aparecen dos situaciones problemáticas. La primera es su capacidad defensiva, ya que por su escaso tamaño supone un mismatch casi permanente y un potencial problema en el pick&roll, algo que puede ser duro si coexiste con Kanter.
La segunda está asociada a la ausencia de Al Horford, director real de los ataques en Boston y un excelente facilitador de espacios. Horford le hacía la vida más sencilla al anotador exterior de su equipo, pero su marcha obliga a Stevens a encontrar otra llave para esa puerta. Quizás una con Hayward como bastión creativo desde el cuatro.

Defensa y pintura sin Horford

Y es que este verano los Celtics se quedaron sin su jugador estructuralmente más importante. Con 33 años, Al Horford salió al mercado para buscar un contrato más largo y de volumen. Pero este no acabó firmándose en Boston sino en un rival de división como los Sixers. Un mazazo para los Celtics.
El valor de Horford ha estado muy por encima de sus números simples. En ataque ejercía como cinco pero alejado del aro, creando espacios que después hacía útiles desde su buen tiro exterior y excelente lectura del juego. En defensa era ancla de un sistema que tenía en su versatilidad (sostiene interiores en la pintura y aguanta a ‘pequeños’ lejos del aro) un pilar esencial.
Su ausencia abre en canal la defensa, que ha de encomendarse ahora a otro tipo de apuesta, más agresiva y perimetral, centrada en proyectar a Marcus Smart, un perfil capaz de defenderlo casi todo y contagiar al resto con su lenguaje corporal e intensidad. Smart es la adrenalina de Boston y debe ejercer como gran pilar atrás. Pero sin Horford el reto es considerable para Stevens, también en parte porque su otro guardaespaldas, Aron Baynes, tampoco estará en plantilla.
El australiano volvió a producir bien tanto junto a Horford, en quintetos con dos grandes, como cuando este descansaba. Su perfil de ‘enforcer’ será añorado aunque en ese rol la baraja presente cuenta con Vincent Poirier como alternativa, sobre todo interesante en el rebote defensivo, donde los Celtics pueden sufrir y el francés destaca.
Y es que más allá de las opciones jóvenes (Robert Williams, Grant Williams e incluso el gigante Tacko Fall), con las que conviene tener paciencia, Boston va tener solo dos bazas de experiencia para su zona: Enes Kanter, tan productivo en ataque como difícil de ocultar en defensa, especialmente en el pick&roll; y Daniel Theis, útil para formatos dinámicos y pequeños pero una opción de mucho riesgo para el cinco a tiempo completo. Los Celtics deberán experimentar hasta encontrar su composición ideal.
Con una segunda unidad más enigmática, que podrá calibrar mejor a jugadores como Brad WanamakerSemi Ojeleye o los novatos Romeo Langford y Carsen Edwards, Stevens va a tener a los Celtics más bajo el radar pero con la obligación de recuperar la identidad perdida. La única que haría posible recobrar el rumbo de la esperanza.

Datos de lupa:

  • Colectivo:
Los Celtics dieron 296 pases por partido, su cifra más baja en cinco años.
  • Individual:
Kemba Walker anotó o asistió para un total de 1688 puntos en jugadas de pick&roll, el segundo dato más alto en toda la NBA.
El australiano volvió a producir bien tanto junto a Horford, en quintetos con dos grandes, como cuando este descansaba. Su perfil de ‘enforcer’ será añorado aunque en ese rol la baraja presente cuenta con Vincent Poirier como alternativa, sobre todo interesante en el rebote defensivo, donde los Celtics pueden sufrir y el francés destaca.
Y es que más allá de las opciones jóvenes (Robert Williams, Grant Williams e incluso el gigante Tacko Fall), con las que conviene tener paciencia, Boston va tener solo dos bazas de experiencia para su zona: Enes Kanter, tan productivo en ataque como difícil de ocultar en defensa, especialmente en el pick&roll; y Daniel Theis, útil para formatos dinámicos y pequeños pero una opción de mucho riesgo para el cinco a tiempo completo. Los Celtics deberán experimentar hasta encontrar su composición ideal.
Con una segunda unidad más enigmática, que podrá calibrar mejor a jugadores como Brad WanamakerSemi Ojeleye o los novatos Romeo Langford y Carsen Edwards, Stevens va a tener a los Celtics más bajo el radar pero con la obligación de recuperar la identidad perdida. La única que haría posible recobrar el rumbo de la esperanza.

SAN ANTONIO SPURS
Memoria 2018-19
Balance: 48-34. Séptimos del Oeste. Eliminados en Primera Ronda (Denver, 4-3)
Eficiencia OfensivaRitmoEficiencia Defensiva
112.2 (6º)98.9 (22º)110.5 (20º)
Ataque4 FactoresDefensa
53.4% (6º)% efectivo en tiros52.8% (20º)
23.7% (24º)Tiros libres22.5% (2º)
12.2% (1º)Pérdidas12.2% (30º)
24.6% (29º)Rebote ofensivo25.6% (6º)
AtaqueTripleDefensa
28.6% (30º)Volumen36.4% (16º)
39.2% (1º)Acierto35.9% (19º)

La última vez que los Spurs no disputaron los Playoffs de la NBA posiblemente una buena parte de lectores de esta Guía aún no había nacido. Desde aquel 1997 han pasado ya 22 temporadas, todas ellas con presencia en la fase final para una franquicia abrazada a la leyenda. De lograrlo también este año, San Antonio batiría el récord de siempre en la Liga, que ahora comparte con los Nationals/Sixers (1950-1971). Su dinastía parece no tener fin.
Con cinco títulos y más de 200 victorias de diferencia sobre el segundo equipo que más ha ganado durante ese tramo (1228 triunfos de fase regular en esos 22 años, 56 de media por campaña), el bloque de Gregg Popovich parte este curso con el propósito de repetir lo logrado durante el último: superar las expectativas en un Oeste cargadísimo de talento. Y es que San Antonio no solo pisó la fase final sino que le forzó siete partidos a Denver, segundo mejor balance de su Conferencia, en Primera Ronda.
La franquicia respiró tranquila una vez Popovich (70 años) confirmó que seguiría en el banquillo, porque de su sabiduría y gestión parte el éxito colectivo. Sin embargo su verano experimentó una situación inesperada e incómoda, que tuvo como protagonista a Marcus Morris.
Los Spurs estaban muy interesados en él y se aseguraron de crear un escenario en el que pudieran darle la mid-level completa para convencerle. Lograron ambas cosas. San Antonio se desprendió de Davis Bertans, pero lo hizo a través de un sign&trade con Washington y Brooklyn también implicados, que enviaba a DeMarre Carroll a Texas y permitía a los Spurs reservar el dinero para Morris.
El jugador de hecho aceptó la propuesta de los Spurs (20 millones por 2 años). Pero días después se echó atrás y aceptó una propuesta de los Knicks, de menor duración (1 año) pero mayor salario anual (15 millones). Como resultado los Spurs no solo se quedaron sin Morris sino que perdieron a Bertans por el camino.
Más allá de sus elecciones de Primera Ronda del Draft (el interior croata Luka Samanic en el 19 y el alero Keldon Johnson en el 29), San Antonio aseguró la continuidad de Rudy Gay (29 millones por 2 año) y buscó cubrir la vacante dejada por Bertans (y Morris) con Trey Liles (5.5 por 1). No obstante, el equipo tendrá una novedad muy importante en su rotación.
Y es que Dejounte Murray no jugó un solo partido la pasada temporada, al sufrir una lesión en el ligamento cruzado anterior de su rodilla derecha durante un partido de pretemporada. Pero sí estará disponible para el curso actual, una fantástica noticia para un equipo que le tiene como pieza de valor para el futuro.

Vuelve el muro

Murray encabeza, de hecho, las esperanzas de renacimiento defensivo de los Spurs, después de que la franquicia tuviera su peor rendimiento atrás en dos décadas. La defensa ha sido el pilar esencial sobre el que se han construido los numerosos éxitos de los Spurs, algo más sencillo de entender a partir de este dato: en dieciocho de las últimas veintidós temporadas, San Antonio ha tenido su defensa en el Top 5 NBA. Una barbaridad.
Perder a la vez a Murray (extraordinario atrás, pese a su juventud), Danny Green y Kawhi Leonard lógicamente se hizo notar, pero Popovich puede rearmar de nuevo su defensa juntando a Murray con Derrick White, no solo dos ilusionantes piezas de futuro sino también una pareja que apunta a formar uno de los mejores perímetros atrás en toda la Liga.
Teniendo ambos excelente acción sobre el balón, gran despliegue físico e inteligencia, la estructura puede mantener su identidad y proteger la zona confiando en el rendimiento de sus dos bestias exteriores, que apuntan a contener estrellas de perímetro y, de paso, a alimentar las pérdidas del rival y generar puntos fáciles. Esto último es importante.
La última campaña los Spurs fueron el conjunto que menos balones perdidos provocó (solo un 12% de las posesiones rivales) y el que menos pudo usar la transición (por debajo del 11% de sus jugadas). Dos datos que deberían cambiar con lo que significa tener a Murray de vuelta y dos que deberían permitir a San Antonio controlar mejor los partidos desde su rendimiento atrás.
Con el impulso exterior, será interesante ver hasta qué punto Popovich deja de lado sus formatos con dos grandes, con LaMarcus Aldridge y Jakob Poeltl compartiendo pista, ya que la muestra del año pasado tuvo muy poco éxito (-8 de net rating cuando coincidieron) y la llegada de DeMarre Carroll, valiosa por su versatilidad defensiva, parecer empujar a actuar definitivamente con quintetos pequeños, con solo uno de los dos interiores en cancha.
Exceptuando a Carroll, el técnico no cuenta con grandes especialistas en las alas pero esa circunstancia se camufla dentro de una estructura flexible y especialista en reducir agujeros: San Antonio es tradicionalmente un sistema que limita mucho los tiros del rival cerca del aro, las segundas oportunidades y los espacios libres desde las esquinas, promoviendo el uso del midrange. Es decir, cumple con éxito diferentes principios del dominio atrás. Con mejores recursos disponibles, el plan apunta a ganar consistencia.

Ataque contra la ciencia

La forma en la que Popovich resolvió el bajón defensivo de su equipo fue asombrosa. No ya porque lo hiciese en ataque, con un equipo liderado por LaMarcus Aldridge y DeMar DeRozan, dos anotadores ligados a la media distancia (la zona de tiro menos productiva), que en cierto modo también. Sino por unas formas llevadas al extremo.
San Antonio fue el equipo que menos lanzamientos intentó desde un metro o menos del aro (21.4% de sus tiros de campo) y el que menos triples lanzó (28.6%). A la vez, fue el que más ejecutó desde la media distancia (32%). Dicho de otro modo, fue totalmente en contra del paradigma analítico. Y sin embargo Popovich hizo de su ataque el sexto mejor de la Liga. El mago nunca dejará de hacer trucos.
Si bien los resultados no serán fáciles de mantener, el patrón en cuanto a estilo sí puede asemejarse. Con DeMar DeRozan entregado al rol de generador, con más peso creativo que nunca antes en su carrera, y LaMarcus Aldridge como receptor masivo al poste, los Spurs desarrollan un sistema particular. Un modelo con baja cantidad de pases (cuarto menor dato en la Liga) para reducir los errores y con el deseo de exprimir la zona que más va a ofrecer el rival (precisamente la media distancia).
Solo Aldridge y DeRozan intentaron más lanzamientos desde ahí (14.3 por partido) que diecisiete franquicias al completo. Con 34 años recién cumplidos, el nivel de autosuficiencia del primero a la hora de generar sus propios puntos sigue siendo digno de mención. San Antonio le concede espacio una vez mete el balón al poste y él solo produce las ventajas.
En realidad los Spurs llegan fácilmente a ‘áreas prohibidas’ (media distancia y poste bajo), para luego castigar desde ellas con dos especialistas, dos que cuidan bien el balón y saben cómo alimentar al resto. A pesar de su reducida circulación o bajo volumen en tiros de tres, los texanos fueron el mejor equipo de la Liga en porcentajes de triples tras recepción (41%). El sistema puede ir contra la ciencia, pero estando maravillosamente ejecutado también puede ser efectivo.
Ni Murray ni White son directores de juego ni desequilibrios desde el bote, por lo que DeRozan volverá a ser el director ofensivo real y Aldridge la referencia a la hora de ejecutar dentro un bloque ordenado, que tiene a Rudy Gay y Bryn Forbes como valiosos roles de complemento y solo se abre más al caos con su segunda unidad.
Es ahí donde Patty Mills y Marco Belinelli tienen más licencias creativas. También donde los Spurs experimentarán con Lonnie Walker y tratarán de explotar el talento de Poeltl en el juego 2×2. Será el banco de pruebas dentro de un equipo con menor desequilibrio que en sus años dorados pero el mismo sentido colectivo de siempre. Dirigido por uno de los más grandes técnicos de la historia de la Liga, suficiente para volver a contar con ellos. Y ya es toda una vida.

 Datos de lupa:

  • Colectivo:
Paciencia al poder: Los Spurs fueron el equipo con mejor porcentaje en los últimos siete segundos de posesión (43% de acierto).
  • Individual:
En situaciones de poste bajo, nadie en la Liga anotó más que LaMarcus Aldridge (9 puntos ahí por partido).

Jugador a seguir:

Un seguro de vida en el poste bajo y la media distancia. LaMarcus Aldridge representa un enorme desahogo para un equipo como San Antonio, que le tiene como faro ofensivo y jugador muy autosuficiente a la hora de generar sus propios puntos. Habiendo sido All-Star en el Oeste en siete de las últimas ocho temporadas, su consistencia ha quedado de sobra probada. Con 34 años, su talento e inteligencia volverán a convertirle en uno de los interiores más sólidos de la Liga.

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